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‘De sangre y ron mi Cuba‘ se adentra en un tema que pocas ficciones transitan, la guerra de Cuba. El veterano dibujante Fran Jaraba (Pontevedra, 1957) lo ha hecho en tres tomos que publicó en su momento la editorial gallega Xerais, y que ahora Glénat recopila en un volumen integral. Más allá del conflicto, ampliamente documentado en estas viñetas, Jaraba ofrece una intensa historia de aventuras de estilo clásico.

El autor contesta al cuestionario de Viñetario a través de correo electrónico.

‘De sangre y ron mi cuba’ explora un hecho histórico no muy trillado en la ficción española… ¿Por qué se decidió a llevarlo al cómic?
Sí que está muy poco tratado, pero eso es algo común a cualquier otro tema histórico en España. No sé si será por vergüenza histórica  o por otras razones, pero es un hecho. Los anglosajones, por ejemplo, han producido y producen toneladas de material de ficción (literatura, comic, cine,…) sobre su propia epopeya colonial, o sus descubrimientos y exploraciones. ¿Por qué aquí no? Ahí queda el tema para la reflexión y el debate.

Fran Jaraba, autor de 'De sangre y ron mi Cuba'
Fran Jaraba, autor de 'De sangre y ron mi Cuba'

Por otro lado, me quedé fascinado con Cuba desde los 15 o 16 años. Su literatura, su música (tengo cientos de discos), su historia…, es algo especial, diferente. En el 87 fui por primera vez y luego otras tres veces. No sé de dónde vino el impulso de contar una historia ambientada en esa guerra, pero el hecho es que fue creciendo hasta que tuve que coger el lápiz y vaciarlo todo, darle salida.

Lo cuenta a través de Maxi Torres, un soldado que se alista para encontrar en la isla a su amada… ¿Quería un personaje que viera la guerra como algo ajeno para poder narrarla desde todas las perspectivas?
Exactamente. Es la «visión del marciano», que suele ser la más lúcida.

Además, tampoco se ha fijado en los hechos que más suenan por los libros de historia, como el hundimiento del Maine…
Es que la acción se sitúa entre noviembre de 1896 y febrero de 1897. La intervención norteamericana no se produce hasta la primavera de 1898, pero hasta entonces han transcurrido ya tres años de «guerra de independencia», como dicen los cubanos, o de «guerra de Cuba», como se dice aquí. A partir de la intervención americana todo es muy rápido, y la derrota española está consumada en el verano de 1898.

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De todas maneras introduzco un personaje americano, el teniente Donovan, inspirado en otro real, el teniente Rowan, que es enviado a Cuba con la secreta misión de localizar al líder mambí Calixto García y entregarle una carta del gobierno americano donde le proponen un trato para entrar en la guerra apoyando al bando independentista. De ahí viene lo del famoso «mensaje a García» porque el pobre Rowan no tenía la más remota idea de dónde estaba García, pero tenía que ingeniárselas para llegar hasta él y darle el mensaje.

La sensación que transmite es que, en realidad, era una guerra ajena a casi todos los soldados españoles, e incluso a gran parte de la población cubana…

Era ajena a gran parte de la población cubana, sobre todo en las ciudades. En el campo era diferente porque en él se desenvolvían los mambises, y esto es lo que llevó al mando militar español a despoblar el rural, expulsando -en grandes zonas- a todos los campesinos y manteniéndolos bajo control militar en los llamados «poblados de reconcentración», que eran algo parecido a campos de concentración.
En cuanto a los soldados, eran reclutas forzosos, y además sólo iban los de origen humilde, ya que los que podían se libraban, si su familia pagaba al estado 1.500 pesetas. El bando independentista estaba nutrido en cambio por voluntarios convencidos de su causa y dispuestos a dar la vida por ella.

¿Cuánto tiempo le ha llevado hacer este proyecto? En sus páginas se ve un intenso trabajo de documentación.
Sí, está muy documentado, pero esa fase ha sido también para mí muy estimulante y agradable, como el resto del proceso. Como empecé a documentarme antes de la «era Google», leí mucho (sobre papel real, no en pantalla), recopilé muchas imágenes, y me divertí en los museos militares haciendo dibujitos de cosas tan dispares como la escarapela de un sombrero o el cerrojo de un fusil Mauser.
El proceso duró, en lo que es la edición por Xerais de los tres volúmenes, unos diez años. Pero el trabajo lo fuí compatibilizando con otras cosas, como la ilustración de libros, o las clases diarias.

¿Y qué conclusiones sacó tras sumergirse en este capítulo de la historia?
Pues que la humillación de 1898 no es más que la culminación de un proceso de decadencia que había comenzado siglos antes. Los galeones que traían oro y plata de América hiciero mucho daño porque mientras tanto, otros países europeos se dedicaban crear riqueza con el trabajo y la innovación tecnológica. España se fue quedando atrás.

Llama la atención, en este tiempo en el que se valora tanto lo innovador, que optara por un cómic de estilo clásico, con un dibujo muy cuidadoso… ¿Quería contar una historia de aventuras «como las de antes», apta para todos los públicos?
Sí, me gusta lo clásico, y también lo experimental, no se me vaya a malinterpretar, pero a la hora de contar la historia me salió «clásica». Esto es más sencillo de lo que parece. Te pones a contar o narrar como sabes, como te sale, y te sale de una deteminada manera. No me lo propuse conscientemente. De todas formas, si clásicos son Mozart, Raoul Walsh, Dostoyevski, Hugo Pratt o los Beatles, bienvenido sea el calificativo.

Espero que no se enfade por esto, pero a la vista de su trayectoria, usted es un veterano del cómic en la sombra, ha sido compañero de Miguelanxo Prado, que firma el prólogo de su obra… ¿Cómo ve la evolución del medio desde aquellos inicios?
No me enfado, pero tengo que rectificarle: no soy un veterano del cómic en la sombra, porque los últimos 25 años me he dedicado a la ilustración, no al cómic. Este proyecto (la trilogía sobre la Guerra de Cuba) pude abordarlo al conseguir una estabilidad económica con mis trabajos de profesor y de ilustrador, y lo fuí materializando en un proceso pausado y reposado, que al final duró diez años, sin plazos, renunciando durante ese período a ilustrar libros que no me apetecían, libros «garbanceros» de los que había ilustrado muchos para comer.

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En cuanto a la evolución del medio en este cuarto de siglo, han cambiado muchas cosas: ha pasado la gran época de las revistas, ha aparecido el formato de novela gáfica, han cambiado las maneras de trabajar (de las tramas adhesivas a los recursos informáticos)…, pero hay algo que no ha cambiado: Es muy difícil vivir exclusivamente de hacer cómic. Son poquísimos los que lo hacen. Incluso autores premiados y de gran prestigio compatibilizan el cómic con otros tipos de creación: ilustración, diseño gráfico, publicidad,…

El final de su cómic queda abierto… ¿Piensa regresar a él en el futuro?
Todo es posible, pero en principio le voy a dar un descanso al bueno de Maxi Torres. Ahora estoy avanzando a buen ritmo en un nuevo proyecto, totalmente distinto, incluso a nivel de acabado gráfico. Y sobre todo, estoy disfrutando un montón otra vez haciendo cómic. Porque esto es lo que nos impulsa a la mayoría de los que nos dedicamos a esto: la pasión por lo que hacemos, no el dinero. El que quiera hacerse rico, que se busque otro tipo de negocio.

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